Desenmarañando el hogar

¿No les ha pasado que conforme pasa el tiempo… días, semanas y meses van acumulando desorden por aquí y por allá? Una mesa, una gaveta, una silla 🪑 se convierten en lugar de acumulación de objetos… me ha pasado múltiples veces y luego solo a raíz de un firme propósito y trabajo de hormiga, logro deshacerme de los “focos de desorden” como decía mi mamá.

El orden es “tener un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar, un tiempo para cada cosas y realizar cada cosa en su tiempo” hacer cosas fuera de momento es desordenado, lo mismo que colocar algo en donde no le corresponde. Necesitamos orden en los pensamientos, los afectos, las actividades y los objetos. Muchas veces el desorden es producto de la acumulación (y la acumulación siempre es innecesaria). Mientras más posesiones tenemos, más tendremos que ordenar.

Me ha funcionado últimamente empezar a ordenar por áreas: hoy el recibidor, mañana la bufetera, pasado mañana está gaveta, el día después un entrepaño. Y así poco a poco he recuperado la paz mental, porque seamos sinceros: el desorden tarde o temprano asfixia. Para no tener que estar ordenando hay que evitar desordenar, pero a algunos nos cuesta esto más que a otros.

Con los niños he logrado recoger a diario “el piso no es el lugar de la ropa, ni de los juguetes a menos que los estén usando”; “los zapatos van en los pies o en la zapatera”; “cada quien recoge 10 cosas y después otras 10”; “sino sé dónde guardarlo lo puedo regalar”. Son frases que utilizo todo el tiempo con mis hijos. Se enojan porque “ordenar es cansado”, entonces uso el orden como un pase de tren: “cuarto ordenado, si quieren ver tele después de bañarse”, “ropa sucia en su lugar quien quiera su cuento antes de dormir”, “Fulanita recoge libros y Sutanita los zapatos”, “yo pongo los vestido en las serchas y ustedes los cuelgan”. Espero que algún día quieran ordenar por ellos mismos, mientras ese día llega 🤷🏻‍♀️ quiero estar a la par, luchando junto a su lado para que no se vuelva un problema.

Algunas personas por naturaleza son más ordenadas , pero la mayoría, necesitamos convertirnos en personas ordenadas. Entonces nos podemos apoyar en nuestras fortalezas, el optimismo: “mañana si lo logro”; la alegría: cantar y bailar mientras ordenamos: la fortaleza: no parar hasta terminar determinada área.

Considero que es muy importante deshacernos de todo aquello que no logramos manejar. El método de Marie Kondo que consiste en sacar todo lo que tenemos del mismo tipo (ropa, miscelánea, cosas de cocina, etc.) funciona para ver qué es lo que realmente utilizamos y qué cosas sólo tenemos guardadas, pero sin sentido. Entonces podemos ir buscando tips y decirle adiós a todo aquello que en lugar de sumar, resta.

Las virtudes dejan de construirse el día que morimos y en este aspecto todos podemos mejorar. Darle su lugar primero a las personas (Dios, familia, amigos, trabajo, etc.) y luego a las cosas, recordando que la virtud está en el justo medio: si por tener ordenado el hogar vamos a romper las relaciones sanas con los demás, algo no está bien.

¿Somos mejores?

“Me quiero tomar una foto contigo”

Después de un año en el que nos preguntamos si después de la pandemia o a raíz de ella seríamos “mejores personas” tendría que responder que eso solo puede analizarse de forma individual. El ser humano tiene ciertas características positivas y negativas que resaltan en cada uno o en grupos, pero es difícil generalizar porque no conocemos cada corazón y cabeza. Los seres humanos pueden ser compasivos, misericordiosos, magnánimos y géneros o egoístas, vengativos, groseros, envidiosos.

La batalla entre el bien y el mal se libra en cada corazón. Por esto no se vale analizar si la humanidad salió mejor de esta situación, sino más bien ¿cómo voy en mi proceso de mejora personal?, ¿qué he aprendido durante el último año?, ¿a quien he ayudado?, ¿cómo puedo ayudar más y mejor?

Algunos defectos que tenía hace un año no han desaparecido, otros se han empeorado, pero en muchos aspectos he crecido y vale la pena que cada uno analicemos en eso que somos mejores y en aquello que nos hace falta para plantearnos metas de todo tipo: morales, físicas, económicas, altruistas.

Platicando con mi querido esposo; concluíamos que en la práctica hemos mejorado muchísimo en el cuidado del hogar: estamos más organizados para hacer el oficio y mantener ordenada la casa, todavía nos encontramos lejos de tenerlo todo al cien, pero cada día luchamos un poco. Ahora hasta hemos inventado “sistemas” para que los niños ayuden más.

En cuanto a la priorización de actividades hemos mejorado muchísimo, eligiendo cuidadosamente a qué nos comprometemos y cuándo. Hemos aprendido a darnos cuenta si necesitamos descansar y cuándo pedir ayuda, lo mismo que saber cancelar o rechazar un plan si es necesario.

Extrañamos a muchos familiares y amigos con quienes no nos hemos visto o a quienes hemos podido ver muy poco. Hemos encontrado otras maneras de estar cerca. A veces pareciera insuficiente, pero se hace lo que se puede considerando que tenemos trabajo que cumplir, hijos que criar, estudios que completar.

Hemos aprendido a apreciar aún más las labores domésticas, el trabajo que realizan los sacerdotes y los médicos. Nos ha tocado llamar al orden a los niños muchas veces y tenemos que mejorar en paciencia. La pandemia probablemente no ha dejado a nadie indiferente, muchos han sacado a flote lo peor de sí y muchos lo mejor de sí. El hombre es un ser perfectible y es por eso que podemos tener la esperanza que cada uno si se toma el tiempo necesario para plantearse metas, podrá salir de esto siendo mejor.

Puras opiniones

Empiezo a dudar de todo lo que se dice sobre el COVID… pues últimamente las personas expertas en algún área en específico, de repente son expertas en: educación infantil, epidemiología, salud pública, paternidad…. etc.

Considero que la mejor fuente para saber sobre las vacunas son los artículos de revistas indexadas o la opinión de los médicos, que han leído dichos estudios y tienen experiencia en la materia. Lo que he escuchado yo de estas fuentes secundarias es que la vacuna si inmuniza y los niños tiene riesgo bajo de contagio y que siguiendo los protocolos, no debería ser problema que se regrese a la presencialidad en los colegios.

Todo lo demás, me parecen puras opiniones. Cómo hay libertad de expresión no hay ningún problema en emitirlas, pero considero que antes de lanzar cualquier tipo de campaña a favor o en contra de cualquier tema, deberíamos hacer el esfuerzo de pensar en todos los escenarios. Recordemos que el COVID-19 es una enfermedad bastante reciente sobre la que se especula mucho, pero parece que se comporta de forma distinta entre poblaciones y entre personas.

Algunas personas han tenido contacto con pocas personas y han resultado contagiadas sintomáticas o asintomáticas. Algunas personas han tenido contacto con muchas personas y no se han enfermado o no han tenido síntomas. El COVID-19 ha cobrado muchas vidas, pero no tanto como otras enfermedades y circunstancias. Algunas personas dejaron de ver abuelos, padres y parientes para evitar contagios y resulta que durante la pandemia han fallecido por otros motivos. Dicen que los niños son portadores del virus, pero conozco abuelos que ven a sus nietos que no viven con ellos, pero no se han enfermado y otros que no tiene nietos, en edad de ser abuelos, y se enferman.

No sabemos realmente si nos vamos a enfermar y cómo se comportaría la enfermedad en cada uno. Hay mucha incertidumbre. Pasamos en total encierro muchos días y poco a poco se fue regresando a “cierta normalidad”. A mi me pareció un “sálvense quien pueda”, preocupante, pero al final de cuentas toca a cada persona le toca, de la manera más responsable, hacer lo que cree correcto.

Muchos han dejado de hacer deporte y se supone que la enfermedad ataca mayormente a los obesos. Muchos han dejado de ver a la demás y en principio las buenas relaciones sociales ayudan a mantener la salud. Muchos tienen miedo y en un año han envejecido.

No conocemos la situación de cada familia y por qué algunos de sus miembros van al gimnasio, mandan los niños al colegio, siguen yendo a la oficina, toman café con azúcar, etc., etc. No lo sabemos. He leído que las mamás que mandan a sus hijos a estudiar son unas haraganas, no pueden con sus hijos, no aguantan a sus hijos y tantas cosas más que al final del día nadie sabe. Antes de emitir cualquier opinión deberíamos pensar si es cierta, si es necesaria, si estoy procurando tener empatía. Es válido manifestar la opinión, pero es más caritativo hacerlo de forma asertiva.

¿En qué momento deja de ser divertido?

Esta pandemia ha sacado lo mejor y lo peor de nosotros. Hemos descubierto cuán generosos podemos ser, cuán ordenados, cuán creativos. Hemos tenido malos momentos también, hemos explotado en casa y nos hemos sentido frustrados. Quisiéramos regresar a nuestra antigua rutina, pero no ganamos nada fantaseando con lo que se fue y tal vez no vuelva.

Me he preguntado una y otra vez, ¿en qué momento de la vida empezamos a ver las labores domésticas como algo desagradable? Porque cuando a mis hijos les planteo la posibilidad de ayudar en algo de la casa se emocionan… quieren hacer el fresco, lavar las verduras, doblar la ropa, hacer su cama, limpiar los vidrios. ¿Por que vemos estas tareas tan necesarias como una carga? Acaso creemos que vale más cualquier actividad que las que implican tener la casa agradable, limpia, con comida nutritiva?

Lavando verduras

En lo personal he hecho más oficio en estos 120 días que en toda mi vida. No lo digo con disgusto, sino todo lo contrario. Con cada día que pasa valoro más esas pequeñas cosas que vemos cómo vulgares, triviales y cargantes que son las que ayudan a hacer de la casa un hogar. Lo de todos los días, cocinar, lavar, guardar repetir; sacudir, barrer, ensuciar y repetir; usar, lavar, doblar, guardar y repetir es algo que no podemos evitar. La lección más natural para no procrastinar y aprovechar el tiempo nos la da el hogar. Muchas cosas podemos realizar a última hora y salir triunfantes, las labores del hogar no funcionan así.

En esta pandemia las destrezas más populares han sido cocinar, hacer limpieza y tener una afición. La organización y el orden; el trabajo en equipo y el respeto por los espacios físicos y mentales de los demás; trabajar en equipo y respetar los ritmos de los otros. Tenemos la oportunidad de re valorar los trabajos más olvidados y menos escogidos; los oficios domésticos, la limpieza de hospitales, las dependencias y la educación (que es una pena sea olvidado). A reflexionar, a agradecer, pero sobretodo a disfrutar. Todavía nos falta mucho para salir a la “nueva normalidad”, mientras tanto crezcamos desde la tranquilidad de nuestro hogar.

Limpiando vidrios

Una y otra vez me han asaltado estos pensamientos y he recurrido a agradecer. Agradecer porque tengo ropa que lavar, trastos que recoger y comida que cocinar. Conforme pasan los días voy mejorando mis técnicas de organización en la casa y enseñándoles a mis hijos a ponerlas en práctica. Tal vez lo que encuentran más tedioso sea ordenar, pero luego quedan satisfechos con su trabajo. Creo que estas destrezas son un regalo que los acompañará por mucho tiempo.

Cocinando

Lo que me dejó la película de Kurt Cobain

Siempre que leo un libro o veo una película, me quedo dándole vueltas en la cabeza; a los personajes, a la historia, al contexto. Películas como Joker, Bohemian Rapsody, Cobain Montage of Heck, realmente me han impresionado mucho.

Seguro esta imagen es del archivo familiar. Frances Bean Cobain tiene todos los derechos sobre la imagen de su padre.

Lo impactante de la historia sobre Kurt es toda la realidad que presenta. Contiene videos caseros del artista, mezclados con audios, caricaturas de episodios que sucedieron y videos de entrevistas y conciertos. También contiene los testimonios de sus familiares cercanos.

La vida de esta estrella del rock que terminó en tragedia muestra diversas cosas: un matrimonio donde no hubo amor desde el principio, una anhelada maternidad y amor por el precioso bebé que fue Kurt, una divorcio, el desarrollo de una infancia y luego adolescencia problemática, cómo el joven de baja autoestima se volvió famoso, la pequeña familia un tanto excéntrica que formó, la batalla contra las drogas y luego el suicidio.

Pareciera que Cobain nunca fue feliz. Fue un bebé deseado y amado, ¿que pasó? Sin ánimo de juzgar a sus padres, sino siguiendo los hechos que narra la historia; el amado hijo tenía su personalidad y muchísima energía. Al padre le molestaba el ruido y lo reprendía haciéndolo sentir humillado. Después de 10 años de matrimonio la madre decidió divorciarse y se llevó los niños y esto desató una serie de malos comportamientos. Al ver que la situación se salía de control, la madre se lo entregó a su padre, este cuidó de él y luego se volvió a casar lo que provocó mucha ira en su hijo. No queriendo enfrentarse a esto o no sabiendo cómo manejarlo lo dejó viviendo con varios familiares que después de un par de semanas ya no querían tenerlo en casa… luego de muchos meses así el papá lo regresó a vivir con su mamá.

En este punto de abandono y rechazo Kurt empezó a ver pornografía, fumar mariguana y tener relaciones sexuales. No tenía amigos y era molestado en la escuela, intentó suicidarse en las vías de un tren que cambio de rumbo metros antes… escapó de casa y dejó la escuela antes de que su mamá lo sacara a la calle, porque detestaba las humillaciones.

Trabajó haciendo limpieza una corta temporada. Se dedicó a hacer música, vivió con una mujer que fue muy cariñosa con él y empezó a hacerse famoso. Se dejaron y conoció a quien sería su esposa, tuvo su hija y se quitó la vida dos años después. Detestaba a los extraños, sufría de intensos dolores gástricos y era una persona irritable. En casa era un padre juguetón, aunque un tanto irresponsable.

¿Qué le pasó? Prácticamente fue un niño abandonado desde el principio, cuando era pequeño y lindo fue muy amado, luego pareciera que le dejaron de querer; tomó ritalina pero sin ningún acompañamiento. Fue visto como un problema del que había que salir. Quienes debían protegerlo lo rechazaron.

Claro que fue un genio de la música. Externó todo ese dolor que llevaba dentro, pero cuando se sintió juzgado por el público (que deseaba una explicación de sus letras) empezó a sentirse receloso. Lo aclamaban millones de jóvenes, pero no se sentía valioso. Se odiaba a sí mismo porque nunca había logrado tener un apego seguro. Qué triste.

Muchos niños viven en esa situación. Ahora están confinados con sus padres y siguen estando abandonados. Por eso es necesario hablar estos temas. Todos tenemos mucho que reflexionar. ¿Qué mensaje le doy a mis hijos sobre ellos? ¿Creen que valen por ser o por hacer? ¿Les doy cosas o me doy?, ¿corrijo con amor o con cólera?, ¿qué es lo que realmente me importa en la educación de mis hijos?, ¿me formó para ser mejor padre?, ¿reflexiono sobre mi paternidad?, ¿estoy dispuesto a mejorar?

Es muy fácil juzgar a otros papás. De la paternidad que daremos cuenta es únicamente de la nuestra. Es un regalo, pero debemos trabajar arduo para gozar de sus frutos: la felicidad de los hijos, terrena y eterna.

¿En qué has gastado tus energías?

El tiempo invertido en jugar nunca será un desperdicio

Mañana cumpliremos 70 días de estar en casa. Cada quien ha tomado la cuarentena según es. Algunos obedientemente, otros a regañadientes y algunos más no la han guardado. No nos extrañemos ni escandalicemos por las consecuencias.

Hemos atravesado diferentes etapas y en diferente orden, algunos muy optimistas al principio y ahora ya están desesperados. Otros un poco desorganizados al principio y ahora están con un poco más de orden. Otros cada día están peor y otros cada día más adaptados a esto. Algunos hemos pasado por una montaña rusa emocional y justo cuando creemos que vamos bien, nos damos cuenta que no hemos descansado lo suficiente y luego estallamos (en ira, en llanto o simplemente nos sentimos agotados).

Esto me lleva a la reflexión si hemos estado aprovechando el tiempo. Esto no es posible resumirlo en responder si hemos leído un libro, aprendido una cosa nueva o si logramos hacer aquello que procastinamos por tanto tiempo. Realmente se resume en decir si en cada momento hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Ahora es tiempo de hacer un parón y decir: ¿qué he hecho mejor durante la cuarentena? , ¿cómo me he nutrido espiritual, física y emocionalmente?, ¿cómo ha sido mi relación con los más cercanos?, ¿cuáles son mis objetivos a alcanzar durante el resto de la cuarentena? (Pensemos en que nos faltan otros 70 días).

Soy de la opinión que en situaciones de crisis se debe vivir un día a la vez, pero al mismo tiempo sé que toda crisis puede convertirse en una oportunidad. Algunas cosas pueden impedirnos despegar en esta cuarentena son:

-Compararnos con otras personas y familias

-quejarnos por todo

-perder el tiempo en redes sociales

-alejarnos de nuestros familiares y amigos

-hacer todas las actividades virtuales que se nos presenten sin tener objetivos concretos (nosotros y nuestros hijos)

-olvidarnos de que el tesoro más grande es la propia vida y la familia

-sentir culpa

Para aprovechar al máximo esta situación hay que decirse, ¿cuál será mi norte en la siguiente parte de la cuarentena? y manos a la obra. Pongámonos rutinas y a trabajar. Sino logramos hacer esto tal vez estamos muy cansados por favor busquemos la forma de descansar.

Probablemente sea la única vez en nuestra vida en que vivamos algo de esta magnitud. No desperdiciemos la oportunidad de hacer todo más lento y agarrar nuevas y mejores costumbres.

Necesitábamos la cuarentena

Ya vamos a cumplir cincuenta días de estar en casa. Cada quien en sus propias circunstancias, algunos con sus padres, otros con sus hijos; otros con ambos. Algunos en casas más grandes, otros en casas pequeñas, otros en un cuarto. Algunos con trabajo, otros sin trabajo y todos en su mayoría privados de cierta libertad y a pesar de esto pienso que necesitábamos la cuarentena.

No, no quiero romantizar la situación. De hecho estoy preocupada. A nivel nacional y colectivo, porque se ha reflejado algo que ya sabíamos, que en Guatemala, tristemente muchísimos viven en condiciones infrahumanas y ahora están saliendo a las calles a exigir dinero y ayuda. Pero no es que ahorita la estén pasando mal, simplemente ahora están peor que antes y desesperados. Salir a la calle y dar una vuelta de pocos kilómetros a la redonda significa ver esa realidad… ¿qué hacemos? Los podemos ayudar con víveres, algunos lo que quieren es dinero en efectivo… ¿pero qué hacemos? Para ayudarles a conseguir una vida digna hoy y siempre.

A nivel educativo necesitábamos la cuarentena, para sacar a la luz las deficiencias del sistema y para comprender cómo trabajan en los colegios de nuestros hijos y decidir si es esto lo que queremos seguir teniendo.

A nivel familiar también necesitábamos esta cuarentena. ¿A cuántos no nos hacía falta estar con nuestros hijos sin andar corriendo? Compartir con nuestro esposo los tres tiempos y realizar juntos las tareas del hogar, revalorizándolas. Y vuelve a mi cabeza otra cosa que me da tristeza, miles de mujeres y niños y hombres también hoy sufren porque en su familia no reciben amor o respeto, sino violencia. ¿Qué hacemos para acabar con esto?

Necesitábamos la cuarentena para contener la propagación del COVID-19 y está siendo difícil, para algunos más que para otros. Pronto se irán retomando los trabajos y la vida “normal” con muchas precauciones por supuesto. Podemos desesperarnos, animarnos, funcionar y luego repetir el ciclo, pero muchas cosas de las que hemos visto en estos días y pensado no pueden seguir igual.

A nivel personal necesitábamos la cuarentena. Para meditar, para conocernos, para pensar qué queremos cambiar, no después de la cuarentena sino hoy. Algunos tenían años sin tomar un descanso por un afán loco de correr todo el tiempo y hoy valoran las cosas pequeñas.

¿Qué hacemos? Para que esta cuarentena no esté siendo por gusto tenemos que salir con respuestas.

Colegas, a impactar

¿Por qué enseñamos? Quisiera creer que todos lo hacemos por la misma razón: que nos gusta tanto aprender y por eso nos atrevemos a enseñar (y por eso mismo seguimos aprendiendo para poder hacerlo cada vez mejor). Ya sea está la razón de nuestra profesión o no, debemos recordar que siempre impactamos, especialmente en los extremos.

La educación es como la jardinería, cada día importa. Ni mucho que queme al santo ni tan poco no lo alumbre.

Como estamos a punto de empezar un ciclo escolar y tanto los padres de familia como los alumnos tenemos expectativas acerca del grado/ año/ semestre que comienza; me permitiré hacer un viaje emocional que ilustre de qué forma los maestros impactamos en la vida de los alumnos, para bien o para mal. Cabe mencionar que tengo una memoria de bastantes gigas, así que espero que no se asusten, ni se aburran.

Mi vida escolar empezó a los cuatro años. De mi primera maestra me recuerdo poco o casi nada, por muchos años le dije a mi mamá que no había sido una buena maestra, pero no recuerdo por qué. Así que, no impactó.

A mi maestra de párvulos, la recuerdo con claridad y en episodios. Me recuerdo que nos enseñó a leer el reloj con un reloj que tenía bigote, recuerdo que no le podíamos quebrar cascarones en carnaval porque su pelo era muy colocho y que para el día del cariño intercambió su regalo con un niño que no quería darle lo que llevaba a nadie más. Recuerdo que era dulce y que en la clase había un mueble con cepillos de dientes. Me puso a declamar un poema frente a los papás del grado, de la Monja Blanca y me regaló un T-shirt con un sol que use por mucho tiempo. Tal vez sea a quien más recuerdo.

A mi maestra de prepa la recuerdo por seria. No más. Aunque tengo una foto con ella vestida de Heidy para un acto. Pareciera qué hay un patrón de maestra no recordada/ maestra recordada…

A la de primero primero primaria la recuerdo con claridad. Dulce. Un día yo estaba llorando y me sentó en sus piernas en su escritorio y me consoló (me impacta más porque éramos más de cuarenta en la clase y ella me dedicó tiempo a mí), me quitó un diente flojo y una vez que me enredé un cepillo redondo en el fleco, después de la clase de natación, tuvo la paciencia de desenredármelo; los de “sexto” pasaban y molestando le decían que me lo cortara y yo súper afligida, pero ella me ayudó con mucha paciencia.

La de segundo era bien enojada, pero me quería un montón y me ponía a ayudarla (de plano para que no anduviera molestando) me consentía, especialmente en la hora de caligrafía que detestaba tanto… ese año también tuve una buena maestra de inglés que me enseñó la formal gramatical de los tiempos verbales (porque me dio clases hasta quinto); también era algo enojada pero daba bien sus clases.

La maestra de tercero probablemente estaba pasando una situación hormonal difícil, la de cuarto era re brava, la de quinto tenía un montón de ocurrencias. De esos grados más me recuerdo de mis compañeros que de mis maestras.

En sexto grado me cambié de colegio y tenía un montón de profesoras. La de mate daba puntos extra por todo, la de sociales nos enseñó los países y sus capitales con canciones, la de ortografía y lectura era buena gente, pero algunos días no… la de grammar era re linda físicamente y buena onda, la de spelling era cae mal, la maestra encargada estaba deprimida y pasaba en euforia y regaño todo el tiempo.

De primero básico recuerdo a la de lenguaje que era súper pilas para dar su clase y exigente y buenísima maestra encargada, nos daban inglés varias maestras una buena onda con mala pronunciación, otra enojada pero re pilas para pronunciar, otra que nos ponía a dibujar todo lo de science, la maestra de hogar que tenía un carácter aguado y la de música súper apasionada, la de ciencias que era re pilas para dar su clase y se vestía súper bonito, la de mate que era buenísima maestra y nos quería un montón.

Segundo básico lo recuerdo poco y tercero repetimos un par de maestras, pero más recuerdo el excelente grupo de compañeras que tuve ese año. Estos grados que son en los que se desarrolla la virtud de la amistad, los maestros deben promoverla; recuerdo que la de Social Studies lo hacía…

En diversificado tuve montón de maestras, unas conocidas (buenas y malas maestras), algunas bravas, muchas exigentes. Con lista en mano les podría decir cómo era cada una, pero la que más me impactó fue una de literatura que me dijo. “Si lo que quiere es escribir, no estudie periodismo; estudie la carrera que le guste y después escribe sobre eso”. Que sabio consejo.

Las maestras son como los alumnos; uno recuerda a los brillantes, bien portados, a los tremendos. Se recuerda poco a los que están en medio. Personalmente tuve una alumna que era terrible, traté de hacer todo lo que pude: ser dulce, ser amable, ser estricta; nada funcionó, cada día se portaba peor. Con la coordinadora quedamos que cuando llegaba el punto de no dejar recibir clase a los demás se iba para su oficina… así la recordaba hasta hace unos días que encontré una notita que me dio a fin de año, donde se disculpaba porque yo le había tenido paciencia y ella se portaba muy mal.

Un profesor siempre deja una huella en el corazón de sus alumnos. Que este año sea un año de impactar, de hacer cosas divertidas, de sonreír y llegar arreglados, de llamar a cada uno por su nombre y conocer sus historias. Ojo con los desbalances hormonales, ojo con las depresiones y la ira, ojo con no planificar y llegar a improvisar. Nuestros niños se merecen más.

A los papás les deseo también un buen inicio de año, que sus hijos se adapten a los cambios, que se diviertan en el colegio que aprendan mucho... Es importante tomar en cuenta las emociones de niños, los profesores y los padres. En educación las emociones importan. Recordemos que solo aprende aquel que quiera hacerlo, pero mientras más alegría haya, mas fácil será adquirir conocimientos.

De la etapa pre operacional a la de las operaciones concretas

Jean Piaget estaría orgulloso de mí 😉. Porque hoy mientras hacía la rutina de la noche con las chicas lo pude ver… me lo imaginé a él anotando todo para poder sacar conclusiones generales y dejarnos su gran teoría de las etapas. ¿Por qué se le dificulta tanto dormir a mi hija grande? Porque su forma de pensamiento está cambiando.

Mamá, no puedo dormir; estoy soñando que me caigo en una piscina gigante.

Y hoy vi que no se podía dormir no por un mal sueño, sino por un pensamiento recurrente que viene a su mente y no logra parar.

Ana, no estás soñando porque no estás dormida. Piensa algo lindo.

No lograba hacerlo y me recordé de mí misma a su edad y más grande, pensando en cosas imposibles, pero que me daban miedo ¿qué pasa si salgo volando por la ventana del carro y viene un carro atrás y…? Eventualmente (ya grande) aprendí a cambiar el contenido de mis pensamientos. Luego alguien me explicó que tengo un tipo de pensamiento hiper reflexivo y necesito aprender a dejar de pensar en una idea fija y a cambiar el contenido…

¡Eureka! La nena ya no piensa como sus hermanos, aunque todavía no distingue entre la fantasía y la realidad está empezando a hacerlo.

-Mamá, hay muchos “Santas”

-sí

-¿todos trabajan para El Niño Dios?

-sí

Eventualmente ella sacará sus conclusiones… porque su pensamiento concreto le ayudará a pensar en posibles e imposibles… estaré en primera fila para verlo. ¡Qué emocionante!

Ver crecer a los hijos es una gran bendición. Darnos cuentas de las cosas pequeñas es aún mejor. No quiero decir “a dónde se fue el tiempo” quiero agradecer por cada paso dado.

Pronto estará leyendo… escribiendo… mientras tanto quiero disfrutas sus bellos dibujos llenos de imaginación y las historias que inventa al ver una imagen/situación. Cada cosa a su momento.

Es importantísimo que no queramos quemar etapas con los niños; todo llega a su tiempo. No nos afanemos porque “ya coman”, “ya hablen”, “ya se duerman solos”. Mejor disfrutemos cada instante, cada ocurrencia, porque en cuanto menos lo sentimos ya están en otra etapa.

El año que más…

Sí señores este fue el año que más ejercicio hice… porque aunque no soy para nada atlética anduve haciendo más zumba que otros años, entonces terminé corriendo 10 y sintiendo los músculos de mis piernas uno a uno…

Fue el año que más clases di en la universidad… y me gocé cada actividad planeada y cada lección impartida y los exámenes y las evaluaciones que me hicieron mis alumnos.

Fue el año que más hijos caminantes tuve… palabra que perseguir bebés si es un deporte…

Fue el año al que más reuniones sociales asistí…

Fue el año que di más clases de formación, que más personas conocí, que más recé… que más escribí…

Analizando esto, hice memoria y recordé que así han sido los años impares de la última década… años de mil alumnos, mil clases, mil trabajos en la u, mil actividades. Mientras que los pares me los he tomado con más calma, me casé, tuve a mis hijos… me mudé de países…

Así qué tal vez este año que se venga lo tenga que tomar con más calma… la maestría empieza en abril… así que ya veremos.

¿Por qué corrí hoy? Porque me gusta terminar el año como lo viví; porque me conseguí al mejor “pacer”; porque a las niñas les pareció lo más normal del mundo que fuéramos a hacer ejercicio con su papá; porque corrí “like a girl”, porque las metas aunque sean pequeñas e insignificantes hay que cumplirlas y porque lo que empieza se termina.

Señor, estoy en tus manos, llévame por los caminos que tú quieras, ayúdame a tomarla con calma si es tu voluntad, ayúdame a ayudar y saber a decir a qué sí y a qué no.