Quienes tenemos hermanos sabemos que en el mundo existe un tipo de personas a quienes quisiéramos ahorcar y por quienes daríamos la vida. A quienes podemos molestar, pero no dejamos que nadie se meta con ellos: nuestros hermanos.

Con nadie se comparte tanto en la vida como con un hermano: el espacio y tiempo que se coincide en casa, trayectos, vacaciones y comidas parece congelado en el tiempo. Con claridad recuerdo muchas de las anécdotas que mi hermano contaba a la hora del almuerzo y cómo mi hermana pedía permiso para ir al baño en la casa, cuando empezó el colegio. Recuerdo a mi hermano en el sillón delantero del carro poniendo salsa por las mañanas y a mi hermana platicando con sus amiguitas del bus en la tarde.
Los hermanos realmente son un gran regalo para los hermanos y el día que los padres falten, son lo que quedará de la familia nuclear. Juntos cuidan de los padres en la vejez y ven crecer a los hijos de unos y otros, inventando todo tipo de excusas para juntarse y que los niños compartan.

Cuando llega un hermano a la casa cambian muchas cosas, cada niño según la edad que tenga lo percibe de diferente manera, pero siempre a pesar de celos o incertidumbres el amor para el nuevo hermano pesa muchísimo más. Cada vez que he tenido la oportunidad de añadir un hermano a la ecuación he sido espectadora en primera fila de la alegría que un hermano produce en la vida de los demás. Yo misma recuerdo cuando conocí a mi hermana, la noche que pasamos con mi hermano y mi papá antes de ir a conocerla: son cosas que no se olvidan.
Leí un tip una vez: al conocer al hermano debería estar en su cuna, carruaje o silla y no en los brazos de la mamá: esto para que el más pequeño de la casa no se sienta desplazado. Luego están las ideas de que el bebé traiga “regalos” a los demás, cosa que les encanta. La primera vez conseguimos unos juguetes y la segunda y tercera vez escogimos unos libros muy especiales.
A lo largo del embarazo los niños deben estar involucrados en la vida de sus hermanos. Mis hijas disfrutan yendo a los baby showers y pidieron con mucha insistencia la “revelación de sexo” utilizando un globo. Les encanta y recuerdan las sesiones de fotos de embarazo de sus hermanos y quieren estar en todo.

Cuando nace un hermano es momento ideal para fomentar el espíritu de servicio. No pensemos “pobre, lo consiento porque tendrá un hermano”, mejor cambiemos la mentalidad a “que grandes oportunidades de servir tendrá ahora”. A los hermanos grandes les gusta traer las cosas del bebé, tirar los pañales en la basura, elegir los atuendos y cargarlos. Con esto último, por seguridad de todos, es importante repetir las reglas, especialmente cuando hay niños pequeños (4-10 años): solo se carga con permiso y sentados, frente a un adulto.
El amor a un hermano va brotando de forma natural. Prestemos atención y recordemos que no es posible obligar a un niño a querer a otro. Debemos evitar siempre con los hijos comentarios negativos sobre uno u otro de sus hermanos (educando en la lealtad y porque corregir compete solo a los papás). Los padres debemos fomentar la fraternidad de forma muy consciente. Todos quisiéramos la receta para que los niños no se peleen entre ellos, esa no existe, pero si hay muchas maneras de que hagan equipo: hacer proyectos juntos, cocinar, jugar juegos de mesa, turnarse para poner la música y las películas, dejarlos elegir su comida favorita en iguales proporciones, estar junto a ellos cuando juegan de forma libre e ir redireccionando los juegos y actitudes si es necesario.
Nuestros hijos no pueden ser extraños que viven en la misma casa y comparten padres, pero entre quienes no hay relación. Si nos damos cuenta de que así son nuestros retoños, siempre estamos a tiempo de rectificar. Si ya no están en edad de jugar, encargarles un proyecto (organizar un cumpleaños de la abuelita, ir juntos al supermercado, conseguir el regalo de algún pariente) también funciona. Si ya son adultos, reunirlos alrededor de la mesa es otra idea.

Los hermanos son un regalo para toda la vida, no desaprovechemos la oportunidad de dejar un legado de amor: procuremos que nuestros hijos sean buenos hermanos de sus hermanos. La familia está destinada a ser el cielo en la tierra, de nosotros los padres depende criar para la armonía. Si hubiera más paz en la casa, seguro habría más paz en el mundo.