A mucha gente no le gusta ir al dentista. No soportan el ruidito, les molesta abrir la boca, odian las inyecciones, les cae mal en general la experiencia. A unos les ha ido verdaderamente terrible, pero cómo diría mi hermano… Nunca he sido una niña normal.
A mí, me encanta ir al dentista desde siempre. Este no es un post para presumir que he tenido suerte… simplemente pasa que las últimas dos semanas he visto a muchos dentistas… a quien fue mi primer dentista, a quien es mi actual dentista, a la dentista de mi hijo y he compartido en reuniones con amigos dentistas. A todos los quiero con sincero corazón. Y a quienes han sido mis dentistas y ortodoncistas… también. ¿Qué les diré? Mi corazón quería escribir esto como un tributo a quienes hacen las cosas bien, porque un mal dentista te puede desgraciar la vida.
No todo en mi vida dental ha sido color de rosa. Tuve “casquitos” en los cuatro dientes de enfrente… y en varias muelas “tus dientes de plata” decía mi mamá para que no me sintiera mal por tenerlos. Buen apoyo moral que fue mi madre porque los detestaba. Tomè pacha de leche con azúcar los primeros tres años de mi vida y empecé a lavarme los dientes mucho después de lo que ahora se los han lavado mis hijos (desde el primer diente). Vale decir que soy fanática de la leche condensada…
Cuando ya tuve uso de razón me lavaba los dientes tres veces al día… llegaba al dentista cada seis meses y tenía caries 😭. Iba con regularidad al dentista, me hacían rellenos (amalgamas) y siempre salía feliz. La doctora me dejaba apachar los botones para reclinar la silla color mostaza… una vez me dejé hacer un relleno sin anestesia por horror a la aguja…
Luego me di cuenta que tenía los dientes torcidos y vino la ortodoncia… tres años de visitas al ortodoncista mensuales… y salía feliz… luego conocimos un mal dentista porque mi primera dentista dejó de ejercer (la vi hace un par de semanas porque falleció su papá y la quiero tanto que quería acompañarla)… luego un buen dentista carerísimo que ponía música buena… luego un amigo dentista súper pilas, pero del que después no me convenía su horario de atención… y ahora otro amigo dentista que estudió con mi hermano y atiende a mis hijas. Al bebé lo ve una colega suya que es bien joven (tal vez de mi edad) y me trata de usted y me dice señora 🤣.
Sí, los dentistas y yo tenemos una historia, que va con final de feliz, porque mientras ellos estudian y se preparan pueden servir cada vez mejor. Un mal dentista puede hacer gran daño, pero un buen dentista realmente saca sonrisas.
Juan Felipe en su primera y exitosa visita al dentista