Con todo el tema de las olimpiadas y de la vida diaria nos damos cuenta de cuan importante es la comunidad. Aquí en Guatemala a Kevin Cordón le prestaron un salón parroquial para que pudiera entrenar, detrás de los atletas están sus familias y federaciones haciendo posible la asistencia a los entrenos y el desarrollo de los mismos. Es fascinante cómo un grupo de personas unidas por una causa logre tanto (civiles acaban de donar sillas dignas reclinables y funcionales para la sala de espera del Parque de la Industria)
Hoy terminé los exámenes finales de la maestría. Muchos me dicen que no saben cómo logro tener cuatro hijos, trabajar y estudiar. Yo si sé: con mucha ayuda. A lo largo del tiempo he ido aprendiendo a pedirla para no colapsar.
Si hoy estoy culminando esta etapa y a la vez viviendo todas las otras es gracias a mis esposo que me ha apoyado desde el principio en todo sentido. A mis papás y a mis suegros que me han cuidado a lo niños cuando he estado más cargada de trabajo, a mis amigas que me han cubierto cuando tengo alguna actividad a mi cargo o les han dado jalón a mis hijos, a la joven que me ayuda en la casa.
Detrás de un niño, un universitario, un profesional o un anciano feliz hay una comunidad que muchas veces es la familia y otras veces no, pero que le apoyan, cuidan y acompañan. Es allí cuando entendemos que la vida es servicio, algunas veces se da y otras se recibe y se agradece.
Sigamos haciendo comunidad. Poco a poco la situación mundial, nacional, familiar y personal pueden mejorar si cada uno encuentra su lugar y su motivo.
En la casa de mis abuelos paternos había un cuadrito que decía: “Yo soñé y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”.
