Capítulo 1. Empezar por el principio

Muchos hemos escuchado la pregunta ¿cuándo se empieza a educar a un niño? y luego viene la respuesta: 20 años antes de que nazca, educando a sus papás. Esto es cierto, porque cada padre es fruto de lo que vivió como persona y como hijo y luego de un modo consciente o no, transmite su cultura a la prole y así para bien o para mal, será hasta el fin de los tiempos.

Antes de empezar a educar a un niño, la persona debería hacerse ciertas preguntas: ¿cómo soy yo?, ¿qué me gusta de mí?, ¿qué quisiera cambiar?, ¿qué heridas tengo?, ¿cómo recuerdo la paternidad y maternidad de mis papás? Porque luego con los hijos replicamos todo: los gritos, los jaloncitos de pelo, las palabras hirientes o el mismo hecho de no hacer nada y dejar a los niños a suerte. Algunos porque lo aprendieron y otros porque lo han hecho consiente logran utilizar palabras empáticas y alentadoras, otros van luchando contras sus propias costumbres (que arraigadas en lo más profundo de la mente y el corazón, ni siquiera sabían que tenían). Trabajar en mejorar las cosas que de forma personal podemos y debemos cambiar es un regalo para nosotros mismos, nuestro cónyuge, nuestros hijos y la sociedad.

La paternidad y maternidad cuando llegan, lo hacen para quedarse y entonces cada día se tiene la oportunidad de ser mejores. Lo importante es dar espacio a la reflexión. ¿Cómo le hablo a mi hijo?, ¿cómo establezco contacto con él?, ¿estoy dispuesto a sacrificar mi comodidad para que sea feliz?, ¿lo educo en y desde la libertad?, ¿soy afectuoso y exigente con él? ¿Me preocupo por su desarrollo físico, afectivo, cognitivo y espiritual? Un niño necesita mucho contacto con personas y entorno natural y pocas cosas. ¿Estoy dispuesto a ceder de mi tiempo para que tenga lo que realmente necesita?

El problema actualmente es que muchas personas han sido criadas de modo que se compartan de forma egoísta. No ayudan a los demás, no son empáticos, no se quieren comprometer. Piensan que se puede comprar todo: ayuda en la casa, educación de calidad, entretenimiento para los reyes de la casa. Y es una gran pena que piensen así: porque se pierden la oportunidad de agradecer lo que hacen los demás. Toda labor hecha por el hombre es impagable al final del día porque quien la realizó dejó parte de su vida en ella, además todos deberíamos estar en la capacidad de servir a los demás: con quienes concilia a diario y con quienes no.

La primera tarea es pensar: ¿de lo que hice ayer qué no me gustó?, ¿cómo voy a ser mejor hoy?, ¿qué legado quiero dejar en el mundo?

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