Colegas, a impactar

¿Por qué enseñamos? Quisiera creer que todos lo hacemos por la misma razón: que nos gusta tanto aprender y por eso nos atrevemos a enseñar (y por eso mismo seguimos aprendiendo para poder hacerlo cada vez mejor). Ya sea está la razón de nuestra profesión o no, debemos recordar que siempre impactamos, especialmente en los extremos.

La educación es como la jardinería, cada día importa. Ni mucho que queme al santo ni tan poco no lo alumbre.

Como estamos a punto de empezar un ciclo escolar y tanto los padres de familia como los alumnos tenemos expectativas acerca del grado/ año/ semestre que comienza; me permitiré hacer un viaje emocional que ilustre de qué forma los maestros impactamos en la vida de los alumnos, para bien o para mal. Cabe mencionar que tengo una memoria de bastantes gigas, así que espero que no se asusten, ni se aburran.

Mi vida escolar empezó a los cuatro años. De mi primera maestra me recuerdo poco o casi nada, por muchos años le dije a mi mamá que no había sido una buena maestra, pero no recuerdo por qué. Así que, no impactó.

A mi maestra de párvulos, la recuerdo con claridad y en episodios. Me recuerdo que nos enseñó a leer el reloj con un reloj que tenía bigote, recuerdo que no le podíamos quebrar cascarones en carnaval porque su pelo era muy colocho y que para el día del cariño intercambió su regalo con un niño que no quería darle lo que llevaba a nadie más. Recuerdo que era dulce y que en la clase había un mueble con cepillos de dientes. Me puso a declamar un poema frente a los papás del grado, de la Monja Blanca y me regaló un T-shirt con un sol que use por mucho tiempo. Tal vez sea a quien más recuerdo.

A mi maestra de prepa la recuerdo por seria. No más. Aunque tengo una foto con ella vestida de Heidy para un acto. Pareciera qué hay un patrón de maestra no recordada/ maestra recordada…

A la de primero primero primaria la recuerdo con claridad. Dulce. Un día yo estaba llorando y me sentó en sus piernas en su escritorio y me consoló (me impacta más porque éramos más de cuarenta en la clase y ella me dedicó tiempo a mí), me quitó un diente flojo y una vez que me enredé un cepillo redondo en el fleco, después de la clase de natación, tuvo la paciencia de desenredármelo; los de “sexto” pasaban y molestando le decían que me lo cortara y yo súper afligida, pero ella me ayudó con mucha paciencia.

La de segundo era bien enojada, pero me quería un montón y me ponía a ayudarla (de plano para que no anduviera molestando) me consentía, especialmente en la hora de caligrafía que detestaba tanto… ese año también tuve una buena maestra de inglés que me enseñó la formal gramatical de los tiempos verbales (porque me dio clases hasta quinto); también era algo enojada pero daba bien sus clases.

La maestra de tercero probablemente estaba pasando una situación hormonal difícil, la de cuarto era re brava, la de quinto tenía un montón de ocurrencias. De esos grados más me recuerdo de mis compañeros que de mis maestras.

En sexto grado me cambié de colegio y tenía un montón de profesoras. La de mate daba puntos extra por todo, la de sociales nos enseñó los países y sus capitales con canciones, la de ortografía y lectura era buena gente, pero algunos días no… la de grammar era re linda físicamente y buena onda, la de spelling era cae mal, la maestra encargada estaba deprimida y pasaba en euforia y regaño todo el tiempo.

De primero básico recuerdo a la de lenguaje que era súper pilas para dar su clase y exigente y buenísima maestra encargada, nos daban inglés varias maestras una buena onda con mala pronunciación, otra enojada pero re pilas para pronunciar, otra que nos ponía a dibujar todo lo de science, la maestra de hogar que tenía un carácter aguado y la de música súper apasionada, la de ciencias que era re pilas para dar su clase y se vestía súper bonito, la de mate que era buenísima maestra y nos quería un montón.

Segundo básico lo recuerdo poco y tercero repetimos un par de maestras, pero más recuerdo el excelente grupo de compañeras que tuve ese año. Estos grados que son en los que se desarrolla la virtud de la amistad, los maestros deben promoverla; recuerdo que la de Social Studies lo hacía…

En diversificado tuve montón de maestras, unas conocidas (buenas y malas maestras), algunas bravas, muchas exigentes. Con lista en mano les podría decir cómo era cada una, pero la que más me impactó fue una de literatura que me dijo. “Si lo que quiere es escribir, no estudie periodismo; estudie la carrera que le guste y después escribe sobre eso”. Que sabio consejo.

Las maestras son como los alumnos; uno recuerda a los brillantes, bien portados, a los tremendos. Se recuerda poco a los que están en medio. Personalmente tuve una alumna que era terrible, traté de hacer todo lo que pude: ser dulce, ser amable, ser estricta; nada funcionó, cada día se portaba peor. Con la coordinadora quedamos que cuando llegaba el punto de no dejar recibir clase a los demás se iba para su oficina… así la recordaba hasta hace unos días que encontré una notita que me dio a fin de año, donde se disculpaba porque yo le había tenido paciencia y ella se portaba muy mal.

Un profesor siempre deja una huella en el corazón de sus alumnos. Que este año sea un año de impactar, de hacer cosas divertidas, de sonreír y llegar arreglados, de llamar a cada uno por su nombre y conocer sus historias. Ojo con los desbalances hormonales, ojo con las depresiones y la ira, ojo con no planificar y llegar a improvisar. Nuestros niños se merecen más.

A los papás les deseo también un buen inicio de año, que sus hijos se adapten a los cambios, que se diviertan en el colegio que aprendan mucho... Es importante tomar en cuenta las emociones de niños, los profesores y los padres. En educación las emociones importan. Recordemos que solo aprende aquel que quiera hacerlo, pero mientras más alegría haya, mas fácil será adquirir conocimientos.

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